Qué cansada estoy!!!

Trabajar (todo un privilegio) 40 horas semanales y estudiar alrededor de 30 más. Salir de casa a las 8 de la mañana y volver pasadas las 9. Cuidar de mis perrechos, tratar de estar ahí para mi marido, mi familia y mis amigos. Estar al día de las publicaciones del facebook y los blogs (de comentar y publicar, ni hablar, no por falta de tiempo, sino de ganas. Perdón). Vigilar las cuentas. Intentar que la casa no se convierta en zona catastrófica irrecuperable (que catastrófica a secas ya lo es). No descuidar la higiene personal. Dormir, si puede ser, cerca de 7 horas al día, para evitar migrañas que me imposibiliten acudir a todo lo demás.
Estresante, verdad? Pues yo lo agradezco. Porque aunque todo eso me tenga cansada físicamente, lo puedo soportar. Pero el otro cansancio, el emocional, ya no lo soporto.
Estoy harta de tener tantos motivos para quejarme. Cansadísima de oírme explicar una y otra vez las cosas que van mal en nuestra vida, en general, y con nuestro proceso adoptivo en particular. Exhausta de ver, leer y escuchar noticias, de Costa de Marfil, de España, y del mundo entero que han llevado mi desprecio por la clase política hasta niveles inimaginables, hasta dónde nunca creí que pudieran llegar, y mira que siempre pensé que lo tenía muy alto. A veces maldigo mi sentido crítico, que tanto me ha costado cultivar, porque el sentimiento de impotencia que me provoca es agotador.
Así que, por supuesto, agradezco todos los quehaceres diarios obligatorios y voluntarios que me he impuesto, porque aunque me cuesten mucho esfuerzo, consigo olvidarme de lo difícil que es seguir esperando cuando la esperanza no aparece por ninguna parte. Y la necesito!!! Nunca me ha faltado y no sé vivir sin ella. Así que la busco incansablemente, y me agarro fuerte a cada rayito que encuentro, hasta que desaparece y busco más.
El que ha venido a instalarse en mi corazón es el miedo. De eso tengo a raudales, para regalar. Tengo miedo a que la situación no mejore y que no vengas de Costa de Marfil. Tengo miedo a que esto te duela si no vienes de Costa de Marfil, a que pudieras sentir que eres segundo plato, y eso nunca será así. Tengo miedo a hacerme vieja esperándote. Tengo miedo a que nos falte el trabajo, a que la situación económica no mejore.... A que se conjuren todavía más los poderes del universo y me impidan llegar a tí. Vale sí, lo acepto, se ha apoderado de la mayor parte de mí... pero no de toda. Sigo teniendo mi espíritu combativo.
Estoy exhausta pero sigo encontrando las fuerzas. Tú me las das. Bueno, y tu papá también. Y mi cabezonería, que viene de tu yayo Pepe. Tengo otras muchas razones para encontrarlas, pero ninguna tan poderosa como tú.
Así que seguiré luchando, cariño. Y esa lucha me dará esperanza. La esperanza de poder decirte algún día que, a pesar de todo, conseguí llegar a tí.